Según el informe, a la cabeza de “numerosos casos” estaría
el director del jardín de infancia y su adjunto durante diferentes épocas.
Las víctimas describieron su paso por este coro milenario y
mundialmente conocido como “una prisión, un infierno y un campo de
concentración”, “el peor momento de su vida, marcado por el miedo, la violencia
y la angustia”, declaró Weber.
“La principal motivación para la violencia en el coro era la
voluntad de quebrar a los alumnos y despojarlos de su personalidad”, señala el
documento, que denuncia “un sistema pérfido”.
“Cultura del silencio”
El abogado arremetió contra el obispo de Ratisbona en el momento
de los hechos (2002-2012), el cardenal Gerhard Ludwig Müller, de 69 años, por
haber realizado rápidamente una investigación interna en 2010 y no haber
alimentado suficientemente el diálogo con las víctimas.
El prelado alemán fue expulsado repentinamente a principios
de julio por el papa Francisco de la dirección de la eminente Congregación para
la Doctrina de la Fe.
Müller mostró claros desacuerdos con el papa. Paralelamente,
la Congregación para la Doctrina de la Fe fue acusada este año de oponerse a la
lucha contra los curas pederastas.
El obispo rechazó este martes las críticas contra él. Las
“agresiones se cometieron décadas antes de que yo asumiera mi cargo”, se
defendió ante la agencia de prensa DPA, “la mayoría de los autores (de estos
abusos) ya habían muerto”.
Tampoco se libró monseñor Georg Ratzinger, el hermano del
papa emérito Benedicto XVI, quien dirigió el coro entre 1964 y 1994.
Monseñor Georg Ratzinger, que actualmente tiene 93 años,
aseguró que no tuvo conocimiento de abusos sexuales en el seno de esta
institución, fundada en 975.
Según Weber, el hermano del papa emérito habría “mirado para
otro lado” e hizo reinar una “cultura del silencio” en el seno del coro.
De acuerdo con su informe, las víctimas fueron ignoradas y
algunos de los responsables de la violencia incluso fueron protegidos. Este
escándalo es uno de los tantos que ha sacudido en los últimos tiempos a la
Iglesia católica. Tanto Benedicto XVI como su sucesor, Francisco, pidieron
perdón por los casos de pederastia en el seno del clero.
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